Al pronunciar el nombre de su antigua ciudad empezó a arderle todo el cuerpo. Tantas cosas de las que seguía huyendo, tantísimas cosas vividas entre calles sin nombre… Aún recuerda con claridad el día en que se fue, llevaba dos semanas haciendo la maleta pero no se lo dijo a nadie hasta ese mismo día. Fue realmente duro tener que pronunciar “Me voy de Barcelona”; hasta que no cogió el tren no se dio cuenta de lo que estaba haciendo, pensaba que horas antes armaría ella solita cualquier escándalo que le impediría marcharse.
Pero ahí estaba, en un piso donde la oscuridad solo entraba de noche, en otra ciudad, en otra calle y con otra compañía… Al menos de algo estaba casi segura, él era la mejor compañía que podía pedir. Parecía que al fin todo estaba más equilibrado. Sentía algo de paz al no tener que ver tantas caras desquiciadas, tantas otras tristes y muchísimas más indiferentes. Sin embargo, de vez en cuando -cada vez con menos frecuencia- se acordaba de su triste pasado, a veces le bastaba con llorar un par de minutos antes de dormir. Y así mantenía su triste cuerpo, tan marcado de violencia y amor a la vez, haciéndose creer que el hecho de haber huido de todo lo que le producía daño bastaba para superarlo.
Pero ahí estaba, en un piso donde la oscuridad solo entraba de noche, en otra ciudad, en otra calle y con otra compañía… Al menos de algo estaba casi segura, él era la mejor compañía que podía pedir. Parecía que al fin todo estaba más equilibrado. Sentía algo de paz al no tener que ver tantas caras desquiciadas, tantas otras tristes y muchísimas más indiferentes. Sin embargo, de vez en cuando -cada vez con menos frecuencia- se acordaba de su triste pasado, a veces le bastaba con llorar un par de minutos antes de dormir. Y así mantenía su triste cuerpo, tan marcado de violencia y amor a la vez, haciéndose creer que el hecho de haber huido de todo lo que le producía daño bastaba para superarlo.